jueves, 9 de junio de 2011

din

Siempre tú y yo. No pensé enamorarme jamás, o al menos tan pronto. Tú creíste tener arreglada tu vida. Ahora aparezco yo, apareces tú, nos encontramos. Me quieres como no pensaste poder querer a otra. Me gustas. Es más; me encantas. Somos iguales pero completamente diferentes; complementarios. A veces tú el maduro, a veces yo. Nos odiamos, peleamos y no sabemos vivir ya el uno sin el otro. Seis de la mañana, me llamas, me dices que me quieres. Yo muero. Te amo, me encantas, pero yo no tengo valor para decírtelo. Hablamos de tonterías. Cosas irrelevantes. Viajes, fiestas, amigos, conocidos. Hablamos de sexo, nos ponemos guarros. Esa parte nos encanta. Risas, sonrojos, tonterías, guarradas. Luego nos despedimos. Me dices que quieres verme. Que me quieres. Vuelvo a morir. Me has calado fondo. No quiero que me dejes nunca. Te propongo que nos casemos en las Vegas. Desaparecer. Dejarlo todo atrás. Locuras, locuras y más locuras. Sabes que estoy loca. Sé que te encanta. Tú también llevas mi locura en tu sangre. Todo se pega. Un día por la tarde. Cuatro de la tarde. Me llamas. Vienes a buscarme. Escondidos. Carreras. Susurros. Besos. Caricias en una habitación lejos del resto del mundo. Tarde. Más tarde. Casualidades. Nos encontramos en un bar. Me miras. Te miro. Tus ojos; eso me encanta. Me sonríes, te acercas a mi, con el simple roce de tu piel me vuelves loca. Me quieres; lo sé. Te amo.

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