martes, 15 de marzo de 2011

Carta a ti, amor.



No tengo todavía muy claro que es lo que va a suceder ahora. Tampoco tengo muy claro quién decidió hablar, sabiendo que así nos amargaría la existencia a ambos. No tengo claras muchas cosas, así como hay otras que si. Tengo clarísimo que la culpa de todo esto no ha sido sólo mía, pero sé que he sido la principal culpable. No debería haberme fijado en ti, y a partir de ahí, no debería haber hecho nada de lo que hice. Sé perfectamente que por un lado, te arrepientes de todo esto, y lo comprendo, pues no es fácil tirar por la borda todo lo que tú llevas a cuestas, así por así. Sé que no estamos haciendo lo correcto, que esto está prohibido y que deberíamos dejarlo, pero, ¿sabes? Hay cosas que una vez que decides hacer, no tienen vuelta atrás, como cuando te enamoras, o decides disparar a alguien, una vez que aprietas el gatillo, puedes seguir matando o dejar de hacerlo, pero siempre tendrás que cargar con tu pasado, pues lo que ya has hecho no lo puedes cambiar. Para nosotros ya es tarde. Hagamos lo que hagamos, arderemos en el infierno por esto. Pero nadie nos ha obligado a hacerlo. Esto siempre ha sido voluntario. Pero bajo mi parecer, todo en esta vida sucede por algo. Aunque no sepamos el motivo, todas las cosas que nos suceden, tienen uno. ¿Cuál es en este caso? No lo sé, cariño, pero estoy segura de que nuestros caminos se cruzaron por algún motivo. Y aquí y ahora podría jurarte, que comprendo que te enfades, que tengas miedo de que todo se descubra, y que quieras abandonar por temor. Y yo, no te juzgo por ello. Es más; te podría prometer ahora que te esperaré el tiempo que haga falta, que siempre te estaré esperando, que como te dije en una ocasión, si tengo novio, será contigo con quien le ponga los cuernos, pero a ti jamás te los pondría. No quiero que pienses que estoy hipotecando mi vida a tu lado con 16 añitos que tengo, porque estás equivocado. Pero hay algo que tú tienes que no tiene ningún otro. Podría reconocer tu colonia con los ojos cerrados a varios metros de distancia. Podría notar como tus ojos se clavan en mi bajo la oscuridad. Ningunas manos me tocan como las tuyas, y ningunos otros besos tienen tu sabor.  Y sé que en cualquier momento si me llamas acudiré, sin importar el tiempo que haya pasado. Me tratas mal, me haces daño, te metes conmigo, me mientes, eres machista, ni siquiera estás bueno y pasas de mi todo lo que quieres. Pero lo que más claro tengo, es que a pesar de que yo a ti pueda perderte algún día, ya sea cercano o lejano, tú a mi jamás me perderás. Nunca me has oído decirte un te quiero, por miedo. Miedo a que tú tengas miedo. Miedo a que huyas de mi temiendo que me enamore, cuando ya es tarde para temer por eso. Miedo de que tú no me digas que tú a mi también. Pero si, te quiero, y como a ningún otro, más de lo que jamás podrás imaginar. Y no, no quiero dejar que los putos rumores acaben con nosotros. NO dejaré que nos maten. Ellos no saben nada, o si, o se lo imaginan, o lo sospechan, o lo saben en parte y no lo dicen, o lo dicen los que no tienen ni idea, pero sólo dos personas en este mundo saben qué es lo que hay exactamente aquí, y somos tú y yo. Y puede que jamás llegues a quererme, o que nunca llegue a gustarte la mitad que ella, pero sabes que algo hay y que siempre lo ha habido, y lucharé porque vaya a más. Nunca antes había vivido algo así, y no dejaré que se me escape de entre las manos. Quiero que cuatro meses se conviertan en cinco, cinco en seis y seis en siete, que celebremos mi cumpleaños, escondidos hasta debajo de las piedras, nos regalemos pegatinas que nadie más pueda ver, que sigamos juntos aunque tengamos que llegar al fin del mundo por separado para encontrarnos allí un rato y volver, que me da igual si no puedo mirarte a la cara durante el día, si por la noche me haces tuya, o que no me mires por la semana, si pasas los sábados y domingos enredado entre mis sábanas.
 Te quiero; no dejes que pierda lo mejor que nunca me ha pasado.







Posdata: No me odies nunca.

1 comentario: